jueves, 23 de junio de 2011

Diario de Inés (Parte 2)

Hot-line
 Me acosó a mensajes al día siguiente. Por la tarde casi entrada la noche me llamó.
_¿Sigues pensando en anoche?
_ ¿Tan espectacular te crees que fue?
_ No, no lo pienso. Estoy seguro.
_ Alta tu autoestima …
_ Ahí también te equivocas, niña. Creo que los dos nos la pasamos de cine. Tú gracias a mi, y yo gracias a ti. ¿No estás de acuerdo?
Quedamos en la cafetería de la esquina donde suelo ir a desayunar, pero a las 12. Me preguntó qué quería hacer. Le contesté que ir a Chueca. Me miró asombrado y le expliqué que además de habérmelo montado con él, solo me lo había hecho “él”, y que el resto de mis relaciones sexuales habían sido con mujeres. No incluí ni a Carolina ni a nadie en la lista. Creo que se hubiera horrorizado. No sabe que en realidad ella no es mi tía, sino la hermana adoptiva de mi padre.
Charlamos largamente, lo que me contó no me atrevo a escribirlo, pero me calentó tanto que no pude llegar al coche para que me metiera la mano una vez más y comprobara la erección de mi clítoris con sus dedos. Jugó con él hasta arrancarme un orgasmo bestial.

jueves, 16 de junio de 2011

Diario de Inés (Parte 1)

Descubrí el diario de Inés por casualidad y no pude resistir la tentación de leerlo y tampoco la de retomar mi blog, que para mi sorpresa, había desaparecido junto con mi cuenta de Google.


Yo Inés

Hacía menos de 24 horas que había cumplido la mayoría de edad. La sangre me bullía por dentro. Desde mi encuentro programado al milímetro y buscado con … lo llamaré “él”, no había vuelto a estar con un hombre. De hecho “él” había sido el primero. Hasta eso había estado programado, meditado. Pero eso es harina de otro costal.
¿Cómo llamarlo? Número DOS apareció con su padre a visitar a Carolina. Dos gotas de agua que diferían en la edad. Después de cenar los cuatro, DOS y yo nos fuimos al jardín. Carolina y su padre se subieron a sus “tareas”, supongo, porque no volvimos a verles en toda la noche. DOS me preguntó qué solía hacer para divertirme.
- ¿Tú qué crees?
Me miró intensamente. Me cogió de un brazo y me siguió mirando empujándome gentilmente hacia el muro cubierto de hiedra. Metió sus largos dedos debajo de mi vestido blanco, siguió subiendo, más y más. Comprobó mi humedad que debió parecerle perfecta porque sonrió con malicia. Y luego me folló con nocturnidad y alevosía, casi haciéndome un delicioso daño.